"CUENTOS ARRIMADOS A LA ABUELA: DE CUANDO DADA VIVÍA EN LA BARRIGUITA DE MAMÁ"


 Tan inmenso el amor que deseaban una prolongación a la que abrazar y repartir su excedente. Ese fue el primer paso y, muy pronto, les llegó la feliz noticia de que alguien vendría a sus vidas en  unos meses. Era  el comienzo de Dada  en el útero de mamá, ella (Nana siempre supo que sería niña...) se manifestaba, era microscópica, pero macros los efectos en su mamá que, durante los tres primeros meses, soportó, estoicamente, esas nauseas matinales, vespertinas y nocturnas que, a duras penas, le permitía comer ni dormir.  

Pasaban las semanas, y Dada dejó más tranquila a mamá para que se alimentara y durmiera mejor; encontraría otros sitios dónde entretenerse en su espíritu aventurero y y los exploró. Mientras, la barriguita de su mamá no mostraba ningún signo externo de ocupación. Hasta  los cinco meses no delató su espacio invasivo abultando el enorme vientre de mamá

Sus papás se sentían felices de cómo esa curva crecía cada día e imaginando el cuerpecito que la dibujaba. Pronto se le fue quedando pequeño ese espacio y avisaba,  con más fuerza su salida. Sus pataditas o "bracitadas" se transformaban en bultos movedizos; era un no parar, quería ver el mundo, los colores, la luz, las nubes y la lluvia en sus calles, en los parques, en todos los posibles. El antes confortable nidito, ahora se le había quedado a la altura de sus pies. Ante la escasez visible y palpable, decidió sentarse a esperar y prometió no alterarse hasta que llegara el ansiado momento de su llegada. Y lo cumplió. Se acercaba el día y se mantenía en esa postura prometida. No se daba la vuelta ni su cuerpo ni su decisión.

  Dos semanas antes de lo previsto, dejó claro que ya estaba bien, que no aguantaba más y avisó, mediante técnicas sofisticadas, que saldría por otra puerta para facilitar una bienvenida más segura y menos complicada. En cuestión de minutos, su mamá la abrazó por primera vez y Dada recuperó ese calor que creía haber perdido al salir de su cueva. Enseguida, sus llantos fueron coreados por la emoción de verla. Ya he nacido. ¡Hola a todos!

 



CUENTOS ARRIMADOS A LA ABUELA, "ROSAS"  de Manuela Barrios Fedriani







 


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