"EL BUEN PROFESOR"

Hace unos días, tuve el gran placer de verme reflejada en una película ("Les grands esprits", francesa, 2017, dirigida por Olivier Ayache-Vidal, traducida al español como "El buen profesor") en donde el protagonista habría podido ser mi homólogo en tiempos pasados. Un profesor de lengua llega a un nuevo centro en el que el alumnado está totalmente desconectado en el arte de aprender porque nunca se lo habían enseñado. Adolescentes olvidados y clasificados como problemáticos por sus actitudes desganadas sin más interés que ver pasar esas lentas horas hasta el fin de la jornada. Ellos no ven, no tienen hambre por saber, no tocan libros porque nadie se ha molestado en abrírselos para que los entiendan. Jóvenes en estado puro, sin adoctrinar, donde irán descubriendo, poco a poco, con razones y lecciones a través de las vidas que guardan los libros, sus secretos, sus errores, aciertos, amores, desamores, injusticias.

 Confiesan no conocer a Victor Hugo ni su obra por excelencia "Los Miserables", en cambio, las tramas que la componen, magistralmente presentadas por el profesor, son los conectores que los  enganchan a leerla. Conforme avanzan en su páginas, se estrenan en algo increíble hasta ese momento: sus criterios, que pondrán en valor, o en su contra, las actitudes de cada personaje y del colectivo que conforma la historia. Juzgan los porqués de muchas decisiones, las injusticias, las consecuencias de los actos. Les ha nacido la opinión. Ya son individuos, son personas capaces de defender o no lo bueno de lo que no lo es. Ya comienzan a tener principios por los que regirse. Ya no es sólo un aula con veinte alumnos, ahora son veinte personas con clase, con rigor, con ansias de seguir aprendiendo y crecer con derechos, los que no conocían desde el ostracismo al que fueron condenados.

El profesor ha de abrirles la vida a sus alumnos, mostrarle la realidad, no la suya, sino la universal, la más objetiva, y para ello, paradójicamente, ha de mostrarle el infinito abanico que abarca la realidad, tanto como personas habitan el planeta; porque eso es aprender, conocer el campo y recoger las flores que más te gusten y construir tu propio jardín a partir de lo ya visto, de lo ya vivido, y no olvidar nunca enseñar a sembrar al que aún no tiene su flor.

Fui profesora durante muchos años, de lengua y literatura. Nunca utilicé el libro de texto elegido por el centro para esta materia. Mis alumnos tomaban apuntes mientras escuchaban mis explicaciones que intentaban abrirles camino hacia esas historias que los esperaban. 

Les proporcionaba una amplia bibliografía en la que buscar los datos que necesitasen para completar su aprendizaje personalizado.

El resultado no siempre se aprecia de inmediato; a veces, son muchas las vueltas al sol las que han de recorrer hasta reconocer lo que, sin saberlo, ya tenían en su haber. Doy fe.







Comentarios

  1. Eres mágica!! Qué suerte tuvieron tus alumnos de tenerte como "la buena profesora".
    Así con esa dedicación se deberían de realizar todas las profesiones!!
    Un beso Mobi!!!

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  2. Tus alumnos siguen escribiéndote. Por algo será. ( Hermana mediana).

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  3. Creo que es un espléndido relato el que has hecho de una de las labores más importantes de los humanos: enseñar/aprender. Lo difundo. Un beso.

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  4. Todos tenemos derecho a tener nuestra propia flor. Mil besos, querido Manolo.

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  5. Es una profesión preciosa, enhorabuena cariño, un beso enorme...😘😘

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