"CUENTOS DE VERANO: LAECANNA Y ELANDRÉ SÍ PIDIERON LA VEZ"

 

Pasos pequeños, pero importantes, se han ido dando en estos últimos años hacia el camino de la igualdad entre géneros. Atrás quedan para muchos hombres el ir a la compra a por algún desavío y decir la típica frase: "despáchame, que tengo prisa, sólo quiero un par de mandaítos" y era inmediatamente atendido y aceptado por el resto de mujeres que esperaba su turno. Lo consideraban como un héroe que hubiera aceptado la petición de su parienta bajando al mundo de lo impropio de un marido y se justificaba por ser algo muy urgente y de última hora y por la mala memoria de su señora que siempre olvidaba algo.

Laencanna y Elandré ya habían superado el reparto de roles entre ellos. Ambos se encargaban de sus respectivas obligaciones y no era necesario recordárselas. La compra la hacían juntos, no les gustaba pedirla por internet; eran muy minuciosos a la hora de elegir y allá que se iban, con su carrito de muchas ruedas, rumbo al mercado. Tenían sus puestos favoritos, los de toda la vida, se conocían por sus nombres de pila y por la confianza de que nunca serían timados ni en precios ni en calidades.

Eran los viernes los elegidos para ir al mercado central, el de toda la vida, el de su infancia, como niños y el de padres con sus hijos. Lo hacían a gusto; momentos también de charlas con los conocidos asiduos. Ellos no necesitaban sacar del dispensario el numerito de reparto de turnos, simplemente, preguntaban  ¿quién da la vez? y era palabra de ley cumplirla.

Pero, siempre, por desgracia, algunos siguen en la prehistoria del aprendizaje y no toleran que el mundo de los iguales evolucione y apareció el troglodita perdido en el tiempo y saltó con "sólo quiero una pescadilla" pretendiendo volver a su pasado y saltarse turnos y la educación.

La mejor respuesta fue el silencio, ninguno le otorgó una frase de reproche por su actitud; siendo ignorado tanto por los clientes que esperaban su vez como por el pescadero que les atendía. Todos aguardaban su momento según el reparto de palabra que obtuvieron a sus llegadas dando una gran lección al listillo de turno, nunca mejor dicho, y continuaron en su ambiente de respeto de los unos hacia los otros. El hombre de las cavernas desapareció e imaginaron que se volvió a su cueva y que permanecería en ella hasta que aprendiera que ya hay palabras que sustituyen a las lanzas para hacerse con el sustento, que no hay que ir de cacería por el mundo si entiendes que el respeto, en cualquier ámbito, es de obligado cumplimiento; no lo marca ni el género, ni el número, sino el venir educado de casa.  

Comentarios

  1. Efectivamente, la educación lo es todo.
    ( Hermana mediana).

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  2. Sobretodo educación y respeto!!
    Nadie es más que nadie!!
    Un abrazo querida Moby!!

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