"EL CARTERO SIEMPRE LLAMA... MIL VECES"


Mi padre fue educado, como alumno interno, en el colegio de los Salesianos de un pueblo de Córdoba, Montilla. Su destino iba encaminado hacia un seminario y al más allá de ese fin. Afortunadamente, el amor se cruzó en su vida, el verdadero, y su giro creó una familia numerosa. Tenía una muy buena formación en la cultura, leía mucho y le gustaba escribir. Siempre en torno a los papeles, comenzó el trabajo al que  dedicó casi sus últimos días: Correos. Con su cartera al hombro a diario, de lunes a domingo, la vaciaba en el barrio de la Viña. Allí era esperado, respetado y muy querido; nadie como él para dar las buenas nuevas que portaba, si eran de amores, de penas o de facturas impagadas. Los sobres se teñían del color de los mensajes internos avisando de las emociones que portaban. Siempre con su sonrisa, y su gracia innata, llegaba a los vecinos y a sus corazones. Sin duda, fue un grande de la comunicación; transmitía verdad aun no siendo verdades lo que narraran esos escritos solapados por el abrigo que envolvían las palabras de amor o desamor... que sólo conocerían sus lectores a la entrega.

Años después, ya pudo resguardarse de los fríos, las lluvias y los calores desde la cartería de interiores, clasificando destinos desde su mesa y su sillón que usaba poco por estar siempre de pie, sin tiempo de tomar ni asiento ni cafés. Su vida fueron las cartas, que viajaran en primera clase y llegaran a tierra, a tiempo y se cumpliera esa comunicación sin que fallara ninguno de los elementos que intervienen hasta encontrarse emisor y receptor. El cartero no llama dos veces, como en aquella película, sino las miles  necesarias.

Hoy, el mundo de las cartas agoniza, los buzones se oxidan y sus llaves se extravían. Da igual, no es habitual como antaño ir a él antes de entrar en casa. Los papeles de carta ya no se venden, no se fabrican. Los sellos son reliquias de coleccionistas y los sobres para transporte de "otros papeles de colores".

Cuánta vida contaban aquellas letras escritas desde distancias largas o cortas, en varias cuartillas con trazos apretados para tanto como había que contar. ¿A dónde fueron, a dónde las condujeron a esa muerte en vida tan plena?. En memoria de todos los que llevaron sentimientos, emociones al mundo, reivindico la recuperación de aquellas cartas, de tantas palabras que siguen en el limbo de los silencios. Escribir es un goce dormido, ya es la hora de despertarlo.

Comentarios

  1. Totalmente de acuerdo contigo!!
    Qué emoción sentía cada ver que recibía una carta, una postal y esas mara felicitaciones de Navidad!!
    Igual que yo disfrutaba escribiendo y enviando mis cartas.
    Enhorabuena querida Moby!!

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  2. La soledad es no haber recibido nunca una carta.

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  3. Benditos buzones que se tragan esas soledades.

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  4. Cuántas cartas y postales recibidas y cuánta ilusión al verlas en mi buzón! Claro que yo conocía al cartero, Gabriel. Ahora mismo lo estoy viendo en mi memoria. Alto, nervioso y muy simpático. Yo era su vecina. Muy buenos recuerdos Manoli

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    1. Preciosa y certera descripción, querida Mari Carmen. Cuántos recuerdos. Muchas gracias, vecina.

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