"LIMPIEZAS ESTACIONALES: DESECHOS"
La casa de cada uno es la representación de uno mismo; siempre lo he visto así. No es cuestión de clases ni necesariamente económicas las que la definen. La decoración va de la mano de la personalidad de su habitante; desde el minimalismo hasta el barroco, estilos con que las visten en función de la sencillez o del recargo de las apariencias. Entre esos extremos, casas donde se van colocando muebles y objetos según se van adquiriendo sin más, por aquello de que nos gustó en la tienda y deseas encajarlo a toda costa en cualquier espacio libre o no, pero lo dejas; y así vas rellenando (en el sentido doble de llenar) en donde la acumulación es imposible de manejar por la incoherencia de vivir al lado de lo ajeno por su inutilidad. A veces son regalos comprometidos de los que no puedes desprenderte por si se ofende el de la ofrenda. Otras, simplemente, porque convives con ellos por costumbre, por afecto, por recuerdos o porque, simplemente, están ahí y ahí se quedan toda una vida o más si se heredan.
Es difícil controlar tu casa cuando no la has hecho tuya eligiendo o desechando lo que es válido de lo que no; de lo que has escogido o de lo que te han impuesto bajo chantaje emocional para que siga en el mismo lugar. Pasan los años y no te das cuenta de los amarres que te atan lo que te rodea. Un día amanece más oscura y enciendes la luz, subes persianas, corres cortinas y detectas que no es cuestión de lo que te aporte la iluminación externa o la artificial sino que son esos cachivaches anclados los que te sumen en ese no ver bien lo que hay detrás de cada uno porque es imposible la visibilidad clara de tanto sobrante, de tanta falta de limpieza a fondo, de tanta toxicidad como has acumulado sin darte cuenta. De que no necesitas lo que no quieres, ni te gusta aun si lo elegiste en el pasado como hermoso pero que ha dejado de serlo.
Y te metes en el desván en el que ha convertido toda tu casa y analizas lo que de verdad es útil de lo que no; de pronto, la montaña de lo inservible va creciendo más y más hasta rozar el techo y has de crear otra nueva pila para seguir colocándolos. Mientras, el hueco que ocupa lo que se quedará es bajito, pequeño pero muy hermoso, brilla lo que permanecerá, reluce destacando del resto, es auténtico, te ves en él, eres tú.
Los desechos irán directamente a un punto de reciclaje, son libres, ya no son míos. Me alivia esa limpieza, dejé afuera todo lo que no me servirá más, lo que nunca me sirvió aun creyendo que formaba parte del todo, de esa totalidad inútil que no me dejaba ver el bosque desde mis ventanas. Ahora, la casa es mía, mi casa soy yo.
Totalmente de acuerdo contigo!!
ResponderEliminarNuestra casa es el mejor lugar para uno mismo!!
Enhorabuena Moby!!
CASA LIMPIA Y ORDENADA, COMO LA VIDA DE CADA UNO. BESOS, QUERIDA PATRI.
ResponderEliminarCuento perfecto para relato redondo. Del Barroco pacá, un retrato. Una radiografía. Genial.
ResponderEliminarLas casas deberían ser redondas, sin esquinas ni rincones que escondan lo que no corresponde guardar. Besos muy fuertes, hermano.
ResponderEliminarComo dice mi hijo:" cuántas menos cosas, menos trabajo y más disfrutar de la vida".
ResponderEliminar( Hermana mediana).
Chicho sí que entiende la vida!!!
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