"POR LAS CALLES DE ESTEPONA"

Que mi paraíso gaditano es único, es incuestionable para mí y lo he dejado siempre muy claro: su alegría, su luz, sus risas , su color y sus encantos son gaditanos y los regalamos a los que pisan y pasan por allí.  Ahijar a otra ciudad como sitio predilecto también es posible: Estepona (origen árabe, Estebbuna; celta: Epona): Las unen nacimientos milenarios, entroncadas con fenicios, romanos y las separan el Mediterráneo y el Atlántico. De Alfonso X a Enrique IV, fueron las conquistas respectivas de Cádiz y Estepona allá por el medievo. Mucho ha llovido desde entonces.... y ese tiempo ya lo vivieron otros.

Ahora, ayer, hoy, cualquier día, al entrar en esta ciudad. a la que considero el aparcamiento de las preocupaciones que te habitan, todo te huele a flores de colores grandes, medianos y pequeños. Las macetas te reciben con abrazos y te acompañan a recorrer sus calles perfumadas. Las he contado y a cada vecino le corresponde un ramillete del que disfrutar y sacar de paseo consigo. Toboganes naturales te transportan del mar a la montaña y de la montaña al Mediterráneo entre calle y calle. Es magia. Tu cuerpo se moviliza al compás de las cuestas empinadas moviendo tu corazón latiendo vivo y fuerte y te haces amigo de esas alturas que, de pronto, te acercan  a bajadas de una noria que no para en esas continuas vueltas sobre sí misma

Calles pequeñas, entrecruzadas con callejones y escalones te dibujan un camino que se aleja de las líneas rectas y se acerca a un laberinto fácil de salir con tan sólo preguntar por dónde; te responden y aconsejan la ruta que deshará esos nudos y la dirección que comenzará otros.

 Y si aún  persistiera el origen incierto de dónde  o de quién proviene su fundación, he aquí su verdadera historia: hombres y mujeres con sus barcas, sus cañas y muchos anzuelos lanzados en noches tranquilas y días violentos de fuertes vientos, tejieron redes buscando peces como sustento. Y, alrededor de su ya pescado, plantaron sus casas, sus familias y sus primeras calles enredadas que salían de aquellos tejidos a mano y de su mano conducirlos por esta precioso rincón del que respiro todo lo que me da.