"VERSOS SIN TRANSBORDO: LA ÚLTIMA ESTACIÓN"

 


Sentada en la estación,

ya sin zapatitos de tacón,

dejando pasar muchas vidas

en este andén.

Nieves cayeron, su pelo y su banco

encanecieron sumisos y quietos.

Mientras, los colores renacían

rebeldes y fuertes en la gran vía,

nada se paraba, sólo su vida.

Su reloj se acurrucó a su lado,

dormido, escondido, agazapado,

siempre en su mano, siempre en la muñeca

que era ella.

Su alimento era su memoria;

su aliento, los recuerdos;

su mirada, los espejos;

su ojos, los reflejos.

Voz pasante del cercanías,

la llama, la avisa, la anima:

coge este tren, 

descarga tu vida,

olvida tu equipaje 

él se queda en tierra,

sigue tú adelante, 

no te pierdas lo que no soñaste,

que son tierras nuevas,

frescas, del día,

sin ayer,

y ya es mediodía.

Su reloj le susurra:

las cuatro y diez.


                    MI HUMILDE GUIÑO A DOS GRANDES: ¡AUTE Y SERRAT!






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