"EL TODOPODEROSO Y LA FLOR"
Sólo sus súbditos lo llamaban así, nadie más tenía ese deber porque no tenía a nadie más que a ellos. Sin familia, sin amigos..., Jamás nadie se le resistió. Nadie osó atreverse a mirarle a los ojos ni a dirigirle más palabras que las de afirmación a sus deseos imperativos. Hasta los campos crecían a su mando, el césped siempre perfecto en altura y espesor, no se podía pisar por miedo a dejar huellas que lo llevaría a ser descubierto de inmediato por él y su castigo de no ver amanecer ni atardeceres nunca, tan sólo la noche desde la oscuridad de su encierro. Sus vasallos eran hijos de hijos de muchos hijos anteriores, jamás conocieron otra vida que esta. Ignoraban que existiera otro mundo, otros valles, otras montañas, otros lagos y, sobre todo, el mar, ese mar infinito que huye en el océano; no sabían qué era huir.
Sus casas estaban desnudas, sólo las cubría un manto invisible de tristeza en ausencia de ventanas, apenas una angosta puerta les autorizaba a traspasarla en los horarios oficiales que él marcó. El aire no entraba, también castigado a no salir y respirar por los atrapados. No había noticias del exterior de ese mundo, él se encargaba de su instrucción en ese vasallaje eterno del que ignoraban que podrían escapar. La belleza estaba desaparecida, exiliada hacia un ostracismo en algún paraje desconocido.
Fue una mañana, la mañana, en la que un forastero de tierras no muy lejanas, ignorante de ese lugar y de sus penas entró en un descuido del carcelero de esa ciudad amurallada, seca, sin emociones; portaba consigo algo desconcertante para los que la miraron; de su mano parecía crecer otro dedo nuevo que se entrelazaba con los otros cinco. De colores diferentes a su piel lo hacía más llamativo aún. Una vara verde sostenía un brote de un nuevo color, con varias capas superpuestas de un blanco puro y radiante. Era una rosa blanca. El visitante la regaló al primero que se le acercó y fue repitiendo con cada uno que se encontraba. No se agotaban, siempre nacía una más de su pecho dispuesto a sacarla y que volara hacia los habitantes de esa tristeza larga y que parecía, hasta ese momento, que fuera inmortal.
Fueron tantas como vecinos, tantas que algunas cayeron en ese inmaculado verde que no se podía pisar. El viento apareció y con él unas motas de polvo que volaban por ese aire nuevo que nacía por primera vez; se posó en esos suelos vallados y trajo consigo el agua en forma de lluvia que nunca les había visitado. El césped se iba transformando, crecía a su antojo abrigando a aquellas extrañas ramas que cambiaban esos extremos en multitud de colores: había nacido el jardín y era de todos porque todos dejaron su flor en él como señal de sí mismos y de su identidad.
No tardó el Todopoderoso en enterarse de lo que acontecía, todo había sido muy rápido incluso para él. De inmediato, mandó envenenar esas nuevas tierras tan diferentes ahora de cómo él las dispuso. Pero, no contaba con que ya todos tenían la suya, incluido su fiel ejército, todos menos él. Por primera vez, se vio desarmado, solo y desoído. Eran demasiadas flores contra él y nada tenía para atacarlas y defenderse. Viéndose perdido, ordenó que sólo el gris sería el color de esas nuevas vidas que entraron en su fortaleza. Nadie le obedeció. Estaban tan maravillados que no podrían ya apagar esas alegrías que daban luz a esos pensamientos que brotaban tan rápidos como ellas. Miles de colores nuevos iban apareciendo según el deseo que brotaba a la par del que la portaba. El hasta entonces todopoderoso fue el único que se vio ahora desnudo, con sus manos vacías y su corazón seco incapaz de dar vida a una nueva ilusión. Mientras, el pueblo adornaba sus casas con ellas y eran tan numerosas que abrieron nuevos huecos para sobresalir y verlo todo; ventanas que dieron a cada uno sus flores y con ellas, su libertad.
Que barbaridad! No sólo sensibilidad. Que imaginación más hermosa. Cada relato me gusta más. Enhorabuena, señora escritora.
ResponderEliminarOjalá que no sólo mi imaginación defienda la libertad de ser diferentes. Muchas gracias, querido Emilio.
Eliminar"La revolución de las rosas".
ResponderEliminar( Nicasia)
Toda una lección de vida! Seamos rosas de diversos colores y olores.
ResponderEliminarEnhorabuena querida Moby!
LIBRES Y DIFERENTES!!!
EliminarDe mis preferidos!!!!
ResponderEliminarDe mis preferidos, cada vez que lo vuelves a leer encuentras algo nuevo...como si no lo hubiera leído antes.
ResponderEliminarDe eso se trata, cada palabra y cada frase son mundos diferentes en los corazones de sus lectores. Gracias querida Isabel.
Eliminar