"Y PARECÍA DULCE..."
Apenas el reloj de mi mesilla de noche había entreabierto los ojos, cuando yo llevaba esperándolo desde hacía más de una hora a que diera las 3a.m. No sé a qué hora se durmió él ni a la que llegó a su puesto de trabajo. En fin, ya se había estirado lo suficiente y su manilla horaria se colocó en su sitio hemisférico señalando las en punto. La duda del lector es obvia, ¿y por qué lo espero? porque, sencillamente, hago lo posible por no hacerlo antes para intentar dormir algo más y tener tardes más lúcidas y no tan somnolientas como las habituales que me llevan al lecho sin la oscuridad nocturna. Pero, no hay manera. No sé si roncaré o no..., nunca me he escuchado, pero, de hacerlo, me oiría toda la calle, con o sin paseantes.
Hoy, tenía planeada una mañana azucarada, una nueva tarta: TÉCULA, MÉCULA, cuya traducción de lenguas romances (latín vulgar) sería, más o menos: Un trozo para ti, otro para mí. Es popular de Olivenza (Badajoz) aunque comentan las lenguas de doble filo que es originaria de Portugal...
Tenía todo controlado desde ayer: molde con medida reglamentaria, huevos, maicena, almendras, azúcar; cómo preparar el almíbar y la glasa final. Qué feliz estaba..., estuve, hasta que ya la metí en el horno y sólo debía esperar algo más de media hora. De pronto, recordé un mal paso que acabó llevándome por muy mal camino: de los 10 huevos, 9 debían ser yemas y, el décimo, entero..., justo lo hice al revés. Volando, abrí el horno y, después de maldecir por quemarme, continué y saqué lo que prometía un desastre, y sí, cumplió su promesa. Las almendras nadaban a su gusto entre tantas claras y del resto ahogado, nunca más se supo. Y llegó la única solución a ese naufragio más con sabor amargo que alegre. No era fácil deshacerse del cadáver, todo estaba deshecho pero guardaba partes sólidas que debía separar antes del sepelio y posterior funeral. Opté por apartar los uno de los otros, pero, era tanto el apego que ya tenían conmigo que, en ese desembarco inesperado, optaron por venirse hacia mí y todo ello, cayó, calentito además, sobre mis ropas y el brillante suelo que pisábamos antes de y tan pegajoso y resbaladizo después, me hizo decir palabras muy, muy feas. Al menos, aún me mantenía con los guantes protectores y mis manos se salvaron de la quema.
El retraso de esta crónica está totalmente justificada, pues, hace escasos minutos que mi cocina ya respira tranquila sin ese horrible maquillaje que tan mal le sentaba a su piel sensible y siempre reluciente. Y sobre la tarta..., otro día caerá y espero que sea en estómagos y no sobre mí.
OBSERVACIÓN: LA FOTO QUE ILUSTRA LA CABECERA ES PRESTADA..., PROMETO, CUANDO LA MÍA LLEGUE A BUEN PUERTO, SERÁ PRESENTADA EN SOCIEDAD.
Como los buenos cantaores de flamenco, hay que tocar todos los palos, y tú acabas de relatar con genial maestría un leve accidente doméstico y gastronómico con dosis de fino humor. 😁😁😁. Espero lo prometido y presentes pronto la Tècula, Mècula.
ResponderEliminarLo de leve accidente es porque no llegó a mayores, porque podías haberte echo mucha pupa.
ResponderEliminarMi cocina es demasiado pequeña como para hacerme además pupa; con el desastre, ya no cabía nada más.
ResponderEliminarSeguro que la próxima te sale muy rica. Eres una gran repostera.
ResponderEliminarUn besazo preciosa Moby.
Gracias por tus ánimos, querida Patri!!!
ResponderEliminarQué pena de estropicio Manoli! Con lo buena repostera que tú eres! Y doy fe de que la Técula Mécula está exquisita. La probé en su lugar de origen y me la traje con su receta incluida. La hice y creo recordar que no me salió mal. Ahora creo que no me atrevería. Espero que la próxima foto sea la tuya y que compartas para todos 🤗
ResponderEliminar🙏🙏🙏🙏🙏🙏🙏🤔
EliminarGenial. De lo mejor que has escrito. Me he reído agradecido a mandíbula mordiente.
ResponderEliminarMuchas gracias, Anónimo!!!
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