"Y NO SE BAJÓ DEL BURRO... (BASADO EN HECHOS REALES")


Cádiz es pequeño, se puede ir andando a cualquier parte (yo lo hacía hasta hace un par de años...) o ir en bus. Actualmente, si he de ir a más de un kilómetro, opto por el taxi para no cansarme. Ir es fácil porque salgo temprano y las calles y su gente aún duermen, el problema es la vuelta: no hay por dónde cogerlos.

Ayer, como cada tres semanas, acudí a mi peluquería habitual (sita en El corte inglés, merece la pena el desplazamiento por el buen hacer de sus profesionales). Todo, como siempre, fue perfecto. Pero, su salida, de vuelta a casa una vez más, otra aventura. Cuando llegué a la parada, ya había una pareja esperando un buen rato; 15 minutos más tarde, llegó su ansiado transporte y se fue; todo correcto. El siguiente sería para mí. Más de un cuarto de hora pasó y nada, pero, ante mi sorpresa, una señora y su silencioso marido (los que leímos y reímos tanto con nuestro añorado Forges, los habríamos identificado con su Concha y su Mariano, eran calcados...) y que estaban a más de 50 metros de la parada oficial, llegaron exigiendo que el siguiente era para ellos (Mariano no abrió la boca en toda la batalla). A "Concha" no había manera de explicarle lo que era justo y reglamentario: quien esté en primer lugar (más cercano al poste indicador de parada) es al que le corresponde cogerlo. Pues, nada, no había forma; su gran volumen y sus gritos creyeron que bastarían para amedrentarme, pero, no, lejos de eso, insistí en que no tenía razón y que deberían esperar al siguiente. Finalmente, le dije que sería el taxista el que haría de juez e impartiría la justicia en este caso disparatado y surrealista.

 Muchos minutos más tarde, llegó y, de inmediato, hice uso de la palabra y, tras exponerle el caso, me dio la razón, pero..., cuando "La Concha" lo miró, ocurrió algo inesperado en el momento justo (más  injusto) de las alegaciones: el taxista era el yerno de "la Concha" y el pobre, ante el temor de ver a su suegra (muy, muy suegra...) debió llevarse tal susto que dio por concluida la vista y dictó sentencia sin más remedio ni palabras porque el vehículo fue inmediatamente invadido por su querida mamá política y con su Mariano ausente y, literalmente, me dio con la puerta en las narices...

Quiso la buena fortuna que, de inmediato, llegara otro taxi y que su conductor viera parte de la escena teatral que mantuve entre  esa pareja (99 % de ella,  el 1% de él que sólo hizo de figurante y no tuvo ni una frase en el guion) y yo. El nuevo conductor me dio la razón, era obvio que la llevaba, y los semáforos se aliaron con nosotros de tal manera que a "la Concha", a su callado "Mariano" y a su asustado y tembloroso yerno, los pilló el color verde y debieron  pararse hasta que cambiara al rojo. Varios coches y buses se les adelantaron y los asaltantes se posicionaron, finalmente, en el pelotón. Cuando me bajé en la plaza del Ayuntamiento, aún estaban en el atasco. Eso sí que fue, totalmente, un tráfico de influencias desinflado.

MORALEJA: PERDER UNA BATALLA, NO IMPLICA LA DERROTA.

Comentarios

  1. Pués el taxista y el marido de doña Concha son dos calzonazos

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  2. No me gusta ese adjetivo para los hombres. La Concha es, simplemente, una maleducada y una ordinaria.

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