"BARRERAS ARQUITECTÓNICAS EN MI VIDA"

 

Nací en un cuarto piso y al año descendí a la planta baja (léase relato: "el patio de mi casa era muy particular" 24/9/21). Muchos tramos de escaleras por delante desde esa altura tan escasa. Mis piernas tenían unas cualidades especiales para alzarme con el triunfo constante de someterlas a mi gusto en mi uso y disfrute. Era mi montaña, mi ignorada puesta en forma que me preparaba para salir siempre airosa con una buena carrera, de situaciones algo complicadas..., no había quién pillara a la Speedy González del barrio. Me gustaba volar por aquel entonces, desaparecer y llegar a dónde era invisible y desconocida (era mi imaginación la que se lo creía). Sí, me escapé del colegio siempre que pude y saltaba muy pronto la alarma chivata que me conducía al castigo incomprensible de no dejarme correr a mi voluntad. 

Mi tía Adela fue la primera de la familia en tener un aparato mágico que hacía el increíble trabajo mediante un simple botón de elevarte hacia la cima. Durante muchos años, no entendí cómo los pisos se elevaban solos..., tenía la creencia de que eran ellos los que se movían hacia arriba o abajo y que el pulsador encendía la nave que pilotaba el edificio según el deseo del usuario. Yo veía, a través de las entonces puertas translúcidas desde dentro, cómo sucedía.

Haciendo memoria, sólo en el que pasábamos la consulta hubo ascensor. En los demás, se instalaron posteriormente a su venta o bien, fueron casas en urbanizaciones donde no eran necesarios.

Ahora, vivo en un piso cuya finca data del siglo XVIII y, seguramente, algún fenicio que otro se pasee por los bajos, muy bajos haciendo su vida. Si se instalara algún día ese elevador, es posible que ese inquilino por derecho de antigüedad proteste y no lo permita. Habrá que respetarlo.

Con los muchos años cumplidos que llevo a mis espaldas y en mis huesos, los escalones se han convertido en mi peor enemigo. Me siento insegura cuando los piso, una sensación vertiginosa de caída inmediata me envuelve a cada paso. Mis andares se han vuelto cobardes en aquellas calles otrora sin horizontes porque era yo la que ponía el límite de hasta dónde. Los escalones, tristemente, se han vuelto mis enemigos y frenan mis pasos más de lo que deseo, pero no hay escaleras que controlen mis vuelos, esos que sobreviven de mi infancia y que son mis compañeros de viaje y mi bastón para sostenerme: las ilusiones nacen con alas, la mejor nave para sobrevolar el mundo de tus sueños.


Comentarios

  1. Que manera más bonita de expresar tú cansancio. Tan bonita que es difícil captar el sufrimiento que en realidad supone tus esfuerzos. Si pudiera te transmitía algo de mis fuerzas, que aún no me han abandonado. Por ahora.

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    1. Vamos tirando; la próxima publicación de mi nuevo libro me da muchas alas.

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