" INOCENTES CAMBIOS CLIMÁTICOS"
Las 4 de la madrugada. Colacao revitalizante en el cuerpo después de un despertar tranquilo, sin esos molestos inquilinos desaparecidos en esas agobiantes pesadillas. Es el momento de mi primer ducado, me sabe a gloria. Asomada a mi balcón de la cocina, ya no miro a la luna, la dejo dormir bajo su manto de estrellas; aún en sus sueños, ellas nos alumbran más que las farolas y es suficiente para que la calle no dormite. Me fijo en el empedrado, acaba de pasar el camión de la basura y el barrendero ha dejado el espacio inmaculado y fresco después de regar como todos los días en sus noches.
Mi calle no está vacía. Almas insomnes transitan por ella como una tarde de otoño; el calor da tregua y hay que vivirlo antes de que vuelva. Observo a parejas de mayor edad, de mediana y menor; grupos de jóvenes que me alegran por no ir acompañados de botellas. No hay voces altas que molesten, charlan en el volumen bajo de sus gargantas; ya no se quejan de que no pueden soportar las temperaturas ardientes que los expulsan de sus camas. Lo aceptan sin más. Ante eso, optan por no perder vida entre lamentos y cambiarlos por momentos más refrescantes en los que respirar disfrutando y celebrando que no todo está perdido.
La vida nos cambia. El mundo gira sin detenerse. Somos el resultado de lo que hemos vivido para bien o para mal, pero lo más importante, es que hemos llegado y es preciso homenajear nuestros años en la tierra, sean cuántos sean, no importa. Pisar adoquines es la realidad; pisar la luna es andar sin control, sin semáforos, sin señales de stop ni pasos de cebra.
La tierra es lo que cada uno quiere que sea para sí mismo. Puedes volar, caerte, levantarte, correr, pasear, acercarte al mar, nadar, embarcarte y cambiar, siempre que lo desees, a otro sitio mejor.
El clima y sus desvaríos no están aún desahuciados; enfermos, sí; alterados, también. Él ha cambiado porque se ha mimetizado con la humanidad. Se ha contagiado de su locura y, ahora, está trastornado y perdido en las estaciones, los trenes han cambiado también con él y las brújulas los llevan por mal camino; lo que fue norte, ahora sur; lo que este ahora es aquel.
La humanidad, dueña del libre albedrío, puede ayudar a que recobre su cordura y vuelva a ser lo que fue. Devolverle su armario repleto de árboles de diario y de alta costura. Sus accesorios robados por agentes de guante blanco que lo complementaban. Ventanas para ver naturaleza viva, no la agonizante. Césped de yerba mojada que nos enfríen los pies y las mentes para pasear y pensar con frescura nuestras tierras. Agua, mucha agua, los mejores caldos, los imprescindibles para seguir aquí.
El clima no ha cambiado a su voluntad, él no quería transformarse, desea la vuelta a casa y ser uno más, sin protagonismos, sin estar en boca de todos y creyéndose culpable sin un juicio justo.
Es de ley declararlo inocente. Sabemos dónde se esconden los malos: El clima y la tierra son las víctimas.
Preciosa reflexión. Todos en cierta medida somos culpables del cambio del clima, pero muchos niegan tal evidencia. Los mismos que se han beneficiado de su destrucción.
ResponderEliminarY han escondido las basuras bajo las alfombras...
EliminarPero hoy debo reñirte; ¿Un ducado a las cuatro de la madrugada? 😁😁😁 soy exfumador
EliminarEsa hora es la equivalente al que se despierta a las 8. Pero, sí, no está bonito ni es saludable el hacerlo. A los jóvenes: NUNCA LO PROBÉIS, ES UNA MALDITA ADICCIÓN.
EliminarHa sido una ilusión. Una tregua... Para hacerte pecar con el ducado 🤣 y para justificar que seguimos sin pegar ojo... 😭 Muy buen día, Moby. ☕
EliminarMuy buenos días, querido More. Te has currado tu comentario. Qué arte!!!
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