"EL CARNICERO DESPLAZADO" (Basado en hechos reales).


Hace muchos años, un tendero del entonces mi barrio, expresó, entre corte y corte de filetes, que su mayor alegría cuando recibía una visita (se refería a sus nietos concretamente...) la sentía en el momento de su partida. Volvían sus propiedades a sus manos y a su mundo expropiado durante los largos meses de vacaciones insufribles cuya misión o condena era distraerlos y que estuvieran, más o menos, contentos. Lo mejor vino después de su sentencia primera diciendo:¿ y cómo los voy a entretener si yo no sé cómo hacerlo conmigo?. ¡Si yo soy un aburrido y no me apetece divertirme! El carnicero en cuestión, sólo sabía hablar con los despieces de sus carnes ajenas mientras compartían su labor de prepararlos para que marcharan a la otra vida que les esperaba en algún plato con o sin compañía de unas salsas o de caída libre en plancha. Esos momentos placenteros se los robaban esas visitas obligadas de no sólo los lunes al sol. Eran dos meses completos de guardia y custodia de su mando de la tele, de su sillón favorito y, sobre todo, de esos entrecortados diálogos entre él y sus filetes. Era desolador ver el sufrimiento de este invadido por los muy cafres de sus nietos a los que debía vigilar en ese hogar, ahora carcelario, y en el que los únicos libres eran ellos y él el apresado. Ya, por aquel entonces, era viudo. Acostumbrado a su vida tan propia, tan exclusiva y tan suya, que si se la alteraban, se perdía en esas improvisaciones concertadas de cada verano. Según narraba, sus dos hijos vivían fuera de la ciudad y veían ideal la solución de que fuera el abuelo el que tomara el papel de guardia y custodia de aquellos angelitos indefensos esos más de sesenta días al año. No derramaban ni una lágrima esos liberados papás en esas despedidas, al contrario, según el protagonista, más de una vez creyó oírles gritar bajito: ¡por fin solos!

El pobre hombre hacía lo que podía o le permitían. Dejaba su mundo hecho a medida para vestirse con otro impuesto y que se notaba que no era de su talla ni de su gusto. No era mala persona, no lo juzguéis como desnaturalizado por esos sentimientos hacia sus okupas. Los abuelos, quieren a sus nietos, pero no es obligación el educarlos ni soportarlos cuando estos carecen de valores y principios ignorados por sus padres que delegaron esa labor a maestros y parientes cercanos. 

No hace mucho, me llegó la noticia del fallecimiento de ese abuelo carnicero de su vida cuando cortaban la suya. Los nietos, ya mayores, no acudieron a despedirse...


Comentarios

  1. Anónimo5/9/24, 7:32

    Pobre hombre... Hace muchos años, seguramente sin quererlo, se convirtió en un "influencer" para los de estos tiempos.

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  2. Y así seguirá la historia: la mala educación se hereda si no pones remedio...

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  3. Los abuelos de hoy en día, canguros por obligación pero también por vocación.

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  4. Es mucha responsabilidad para los que son muy mayores..., demasiada.

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