"LAS RESPUESTAS DE MI CASA, DE MI HOGAR, OCHO AÑOS MÁS TARDE"
Porque todo tiene su porqué, mi casa también los tiene. A los veinte años, dejé mi cuna para terminar mi licenciatura en Sevilla. Por aquel entonces, Cádiz carecía de universidad y sólo estaba adscrita a la hispalense. De allí, una carretera curvada y difícil me condujo hacia montañas que tapaban el sol y las primaveras durante mucho, demasiado tiempo, en el que habité en espacios muy diferentes: pequeños, espaciosos y algunos desmesurados. De todo hubo. Me aclimataba por igual a sus fríos inviernos que al camino singular de ese puente tan espectacular como temido en días de lluvias, nieves, soles y vientos en los que me mojaba, me congelaba, me quemaba y volaba.
Muchos metros cuadrados en total en los que habitaban sólo mi cuerpo y mis decoraciones caprichosas y constantes, imparables porque nunca eran suficientes, siempre quedaba algo pendiente que no los completaba. Y seguía buscando... El vacío estaba lleno de esa búsqueda invisible hacia lo desconocido por no encontrar la respuesta necesaria y parar ese no saber qué.
Y fue la vida la que me dio respuestas cuando ya en mi desespero quise tirar la toalla. Me dijo que en esos ladrillos, aun siendo dorados, no había ya nada para mí y que cabía el riesgo de un derrumbe si seguía entre ellos. Las grietas ya asomaban en sus paredes y sus suelos movedizos avisaban del peligro inminente. Con apenas tres recuerdos en mis manos, cerré esas puertas para siempre jamás. Los kilómetros del camino de vuelta, de regreso hacia ese reencuentro, los guardo como vuelos de libertad. Llegué y el oxígeno se activó para mí y empecé a respirar como no lo hacía desde tantas décadas atrás.
Las llaves entraron felices conmigo, allí estaba lo que me faltaba y que tanto soñé en esa otra vida, no vi ladrillos ni paredes, ni puertas, ni ventanas que me atraparan. El mar no los tiene. Y así es mi casa ahora, la que busqué durante casi cuarenta años y que encontré en poco más de cuarenta metros. Vientos de libertad que respiran alegres, sin miedos, sin silencios CONCERTADOS, sin el desconcierto de las no creencias disfrazadas de sin sentidos, de muchas calles anónimas que nunca más tuve que imaginar y reclamándole al poeta Rilke que su ciudad soñada, no lo fue para mí.
Han pasado más de ocho años del cambio que me salvó la vida. Ahora, veo todo aquello como parte del aprendizaje que me faltaba hasta llegar a ser quien soy. Voy aceptando, de esos años borrados en mi memoria, que mi hija nació allí, que mis alumnos me enseñaron, quizás, mucho más de lo que aprendieron conmigo, que hubo y hay almas buenas que me quisieron y me siguen queriendo sin pedirme nada más que mi amistad. De la misma manera, el resto se quedó en el limbo, en esas brumas matinales que se pierden cuando sale el sol.
Hoy, por fin, siento que estamos en paz: agradezco lo que me enseñó y lo que yo aprendí.
Pd: MIS PALABRAS ENCARCELADAS TAMBIÉN PUDIERON CONOCER LA LIBERTAD
Disfruta de tu libertad. Yo también la he conseguido tarde y por eso te comprendo tan bien. 🥰🥰🦻
ResponderEliminarEs la mejor pensión que se puede disfrutar.
EliminarUn alto precio pero es que la libertad nunca fue barata.
ResponderEliminarMe vine sin nada, pero conmigo.
EliminarNunca es tarde si la dicha es buena, y lo es.
ResponderEliminar(Nicasia)
Pudo ser tarde, pero llegué a tiempo...
EliminarY es que no hay mayor CONCIERTO que con uno mismo... y no hay mejor ciudad soñada que la que da cobijo en tiempos difíciles.
ResponderEliminarGracias, Anónimo, me has entendido perfectamente!!!
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