"VERSOS SECOS: EL ÁRBOL VENCIDO"
Hubo en mi jardín
un árbol lucero en la sombra
de la soledad,
en palabras de silencio,
en abrazos desde lejos
y en bailes al son
de cada tiempo.
Creíale inteligente, sabio
y pudiente.
Parecíame robusto, indemne
a los vientos de dónde vinieren.
Sus hojas lo vestían sin cambiar
de temporada,
parecíanse sus telas perennes, fieles,
confiables y transparentes.
Era mi yerba danzada, singular,
donde el plural no cabía
ni los miedos se atrevían
a pisar las melodías.
El árbol sentía: lloraba y reía;
emocionaba verlo: vivía.
Nunca antes sintióse feliz,
completo y con fortuna
en sus manos ni en su piel,
ajadas y secas por carencias
de esa miel.
Quiso una mañana,
quizás una tarde o mediodía,
sacarse sus raíces,
cansadas de esta vida
desgastadas por sequías
de pasados desarraigos,
sin amores ciertos
expulsados de su lecho
caducos y deshechos;
sin caminos, sin zapatos
a medida, confundido con la ciencia,
la pasión y y su visión;
abrióse paso entre pseudos
y los paseó sin clemencia,
ante lo que fue de oro,
de brazo ajeno a su condición
y a la nuestra.
La ciencia murió,
la conciencia se durmió
la memoria resistió
con bailes de salón.
El tiempo y su pasar
lo desnudaron,
y quedóse en el tronco
como uno más.
Sus hojas cayeron
volando por tierras planas,
en busca de falsos sueños,
esos que eran desiertos.
Borróse el paraíso del mapa
y los tiempos consigo.
Que lugares exquisitos
sólo crecieren
si fueren genuinos
y exclusivos.
Que si tuvo su lugar
en este mundo perdido,
murióse en la bifurcación
de aquellos destinos.
El cauce del río quedóse seco
ni arroyos ni arroyuelos
sobrevivieron.
Hoy, el árbol es tristeza,
y el río, madrevieja.
Triste pero precioso. Ese árbol es alguien¿Verdad?
ResponderEliminarSon árboles de bosques antiguos, muy antiguos. Todos/as lo han tenido en su jardín alguna vez.
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