"MI CUENTO DE NAVIDAD"
Para Virtudes no era un buen día, nunca lo era si amanecía domingo. La rutina callejera descansaba con la única obligación de cumplir con los preceptos religiosos. Ella tenía dispensa, no podía abandonar su puesto de casi 24 horas o todo se hundiría. Al entrar en su casa el primer día, con su marido y numerosa prole, se adjudicó su lugar en el mundo: su ventana; era su observatorio, su timón, su mando y, ella, su dueña. Por fin tenía su espacio, lo adaptó y decoró a su gusto y necesidades y allí permaneció hasta su último aliento. La fachada la integraba, en su conjunto, como una persiana o cortina más de las del resto. Su imagen parecía un retrato enmarcado entre dos espacios. Era extraño ver a una mujer trabajadora en aquellos tiempos; debía estar en su casa, ella lo estaba y, a la vez, también fuera de ella. Todo un arte. Nunca dejó por escrito ese mundo visualizado a través de sus dos cámaras oculares en gran angular. Tan solo nos queda lo que se transmitió, de boca en boca...