" INOCENTES CAMBIOS CLIMÁTICOS"
Las 4 de la madrugada. Colacao revitalizante en el cuerpo después de un despertar tranquilo, sin esos molestos inquilinos desaparecidos en esas agobiantes pesadillas. Es el momento de mi primer ducado, me sabe a gloria. Asomada a mi balcón de la cocina, ya no miro a la luna, la dejo dormir bajo su manto de estrellas; aún en sus sueños, ellas nos alumbran más que las farolas y es suficiente para que la calle no dormite. Me fijo en el empedrado, acaba de pasar el camión de la basura y el barrendero ha dejado el espacio inmaculado y fresco después de regar como todos los días en sus noches. Mi calle no está vacía. Almas insomnes transitan por ella como una tarde de otoño; el calor da tregua y hay que vivirlo antes de que vuelva. Observo a parejas de mayor edad, de mediana y menor; grupos de jóvenes que me alegran por no ir acompañados de botellas. No hay voces altas que molesten, charlan en el volumen bajo de sus gargantas; ya no se quejan de que no pueden soportar las temperaturas ardien