"EL CARTERO SIEMPRE LLAMA... MIL VECES"
Mi padre fue educado, como alumno interno, en el colegio de los Salesianos de un pueblo de Córdoba, Montilla. Su destino iba encaminado hacia un seminario y al más allá de ese fin. Afortunadamente, el amor se cruzó en su vida, el verdadero, y su giro creó una familia numerosa. Tenía una muy buena formación en la cultura, leía mucho y le gustaba escribir. Siempre en torno a los papeles, comenzó el trabajo al que dedicó casi sus últimos días: Correos. Con su cartera al hombro a diario, de lunes a domingo, la vaciaba en el barrio de la Viña. Allí era esperado, respetado y muy querido; nadie como él para dar las buenas nuevas que portaba, si eran de amores, de penas o de facturas impagadas. Los sobres se teñían del color de los mensajes internos avisando de las emociones que portaban. Siempre con su sonrisa, y su gracia innata, llegaba a los vecinos y a sus corazones. Sin duda, fue un grande de la comunicación; transmitía verdad aun no siendo verdades lo que narraran esos escritos sol...